Madrid, a 27 de diciembre de 2011

Pequeña Libertad,

Ahora que otro año acaba, y que tus padre me cuentan que quizá regreses por navidad a casa, te escribo como hacía siempre. Esta vez no dejaré mis deseos en un estúpido árbol de luces superficiales y consumo al por mayor. Ya he prescindido de cartas a Papa Nöel e ilusiones de que regreses algún día y me cuentes que me amas, y que esta vez es para siempre.

Supongo que necesito hacer mi pequeño balance anual de motivos y contramotivos por lo que, a pesar de todo, sigo escribiendo y sonriendo a medias, a pesar de que mi cuenta corriente empiece a restar, de que el telediario sólo hable de caos en que se convierten los días; de miradas que se apagan y de guerras, muertos de hambre y miseria.

A pesar de que ningún político admita de quien es la culpa de la crisis y dimitan, diciendo que no saben las respuestas ni los caminos. A pesar de todo esto, de que los banqueros sigan sin ser juzgados y unos tipos que nadie conoce manejen un mercado imaginario que a nadie importa, y que sin embargo nos está robando la vida, o lo poco que a fin de mes queda de ella.

Parece que ya no quedan sueños que endeudar y sin embargo, a pesar de todo, de saber que dentro de poco seremos un poco menos felices y mucho más cansados, siempre acabo sonriendo al verte aparecer, con esos pasos ligeros, por las escaleras de casa. Recuerdo cuando vivíamos juntos y te metías en la cama, para que el frío no se lleve el último de los abrazos sin darnos una pequeña tregua.

Porque cuando todo acabe, y los reyes magos pidan limosna en vez de traer regalos, yo seguiré esperando tu vuelta, y lo único que no podrán quitarme, tus manos al final del día, y las caricias furtivas bajo las sábanas.

Cuídate mucho,

Guille.

No hay comentarios: