Madrid, a 6 de junio de 2011
Pequeña
Libertad,
Me
levanto perezoso y salgo a la calle. Mecánico, como los ejes de esta
ciudad que nos acoge tímidamente. A penas he aterrizado y te
confieso que tengo miedo de sentirme perdido. De que tu sonrisa,
estés donde estés, quede eclipsada por las prisas y el ruido de
vehículos. Me levanto a esas horas en las que los autos se
desperezan abriendo tímidamente sus ojos a la carretera. Y tu
duermes, seguro; y temo que al dejar tu recuerdo en casa, queden sin
sentido mis pasos. Y se alejen todos los sueños trazados mientras
nos amábamos en silencio.
Temo
que se te quede pequeño el mundo, que añores y eches de menos otros
lugares, otras compañías. Y que nos olvidemos de cómo querernos y
de como hacernos sonreír. De las caricias y los besos furtivos, de
la vida en común que intentábamos construir. Puede que esté
cansado, o sea el calor de la ciudad subterránea de dragones y
prisas que me altera los nervios y el corazón. Puede que aún no
hayamos tenido un minuto para el café, el mate, el té, o el ron
entre los recuerdo o las vigas de casas derruidas.
Sólo
quería decirte que a pesar de los días cortos y el cansancio, de
los madrugones y los paseos estresantes, a pesar de los miles de
detalles que se nos hacen montañas de problemas, trataré de ser
feliz como siempre quisiste, quizá demasiado feliz para los tiempos
que nos ha tocado vivir.
Cuídate
mucho,
Guille.
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