Yo si que necesitaba huir para
encontrarme.
Nunca pretendí alejarme de olor de
casa,
de las noches con vino blanco en la
cocina,
de comidas para diez cualquier domingo.
Del estar, sin estorbar, para lo que
haga falta.
Pero necesitaba huir de una ciudad
que se vestía de fiesta cada día.
Donde el anonimato era un espía
chivato,
donde todo se escribía sin sorpresas
ni reglones torcidos,
y la salvación se escondía siempre en
la orilla contraria del pisuerga.
Quizá me fui corriendo para no
fracasar,
para ser otro el que llamase desde
casa,
para hacer realidad el sueño de vivir
las letras a mi modo,
y secuestrarte en quimeras imprecisas.
Resultó que tu huías de la misma
ciudad
para evitar que se marchitaran tus
sonrisas
y acabamos bebiendo utopías a los pies
de un salvavidas que nos era ajeno.
Nunca consideré que nos equivocáramos,
a pesar de que no supimos rematar a los
fantasmas
que atropellamos antes de salir a la
autovía.
Y ahora que regreso para recordarme,
me doy cuenta de que necesitaba huir
para volver,
para ser el de siempre siendo otro.
Para dejar de huir de mis manías,
abrazarte más fuerte cuando regresas a
casa,
y respirar la libertad de crecer
contigo.
*Inspirado en el poema de Mª Helena
del Pino “Nunca quise escapar de esta isla”