¡¿Ahora vienes, hija de puta?!
cuando llevo ya cuatro whiskys, y voy
por el quinto,
y mañana no me acordaré que te
necesité,
para escribir sobre la soledad, o sobre
la morena de la barra.
Es más, mañana me acordaré que ni
siquiera me gustan las morenas,
y la magia se marchará como lo harás
tu,
cuando rompa el alba y recuerde que
seis whiskys me impidieron disfrutarte.
Te quiero y te odio a partes iguales.
Te odio porque vienes al séptimo
whisky como si siempre hubieses estado ahí.
Y eso, eso es lo que me jode.
Que vienes cuando te da la gana,
y encima me enamoro de ti como si me
dieses la vida,
cuando en realidad me matas lentamente
cuando me niegas tus besos.
Si me preguntas porque te quiero,
te diré que porque llevo ocho whiskys
soñando
con las palabras que traerá la marea
en tus labios,
cuando hagamos el amor y crea que puedo
ser feliz siempre que quiera.
Me miras y sonríes, y apuro el noveno,
y escribo torpemente cuatro versos que
hablan de tu falda.
Te miro y sonrío, porque has
conseguido herirme con un guiño,
y desnudarme por sorpresa cuando te
creía lejana.
Vienes, y como llevo diez whiskys y no
puedo escribir,
le atizo un puñetazo al primero que
pasa a mi lado.
Y finalizo la noche con el sabor a
sangre y a fracaso en la boca,
con el dolor de tu inoportuna aparición
y mi estúpida ocurrencia
de ir a pelearme con el tipo más
grande del bar.
¿Ves como al final eres tu, mi amor,
la que inicias todas las guerras del mundo?