-A veces me pregunto si no seremos dos
idiotas jugando a no estar solos. -dijo él mirando la ciudad a
través del cristal sucio de su coche.
-¿Y que te respondes? -contestó ella,
mirando la mano de él suspendida en el volante.
-No lo sé. No nací con todas las
respuestas, y cuanto más vivo más preguntas se quedan sin resolver.
Puede que en realidad no juguemos, y seamos dos personas que han
descubierto el arte de vivir sonriendo. Pero luego, otras veces, me
miro al espejo, y te miro, y pienso que somos dos personas
estropeadas, que buscan la manera de no romperse del todo.
-Eso es duro, e injusto. Yo nunca
intenté no romperme. Sobrevivir es otra manera de no dejar de andar,
de seguir siempre hacia adelante, ¿qué importa que en el camino
dejemos algunas cicatrices?
Él la miró como siempre hacía cuando
ella se ponía seria, y abarcaba en un gesto todos los dolores del
mundo. Recordaba la primera vez que hicieron el amor, en aquel mismo
coche. La primera vez que rozaron sus cuerpos y el reloj se ralentizó
por completo. Recordaba también al policía que les despertó esa
mañana, y el café que le quitó el hielo del corazón por primera
vez en mucho tiempo. Pero sobre todo, lo que más recordaba era la
frase que ella le dijo al despedirse.
-No pretendo que me quieras como si
fuese lo más importante de tu vida. No pretendo que me cuides, que
me llames todos los días, que tus ojos sólo busquen mis ojos. Y
sobre todo no pretendo que siempre me hagas reír. Pero te lo digo en
serio, si se te ocurre hacerme llorar, te mato.
Él supuso que se trataba de una
metáfora, de una advertencia con vistas a una relación futura. Pero
no lo era. No para aquella chica remendada de todos los golpes que le
dio la vida. No para aquella mujer frágil que siempre seguiría
caminando hacia adelante, no dejando que nada la anclase. Se negaba a
ser el juguete de nadie, y quizá por eso, a menudo sufría más de
la cuenta.
-¿Te has parado a pensar -dijo él
rompiendo el silencio que se había creado- en lo fácil que les
resultaría ser felices a otros en nuestra situación?
-Hay distintos grados de felicidad. La
tuya es más bien un esfuerzo por complicar lo sencillo, por
desmenuzar los placeres hasta que sólo queden espinas. En mi caso,
me basta con que mis dos piernas sigan funcionando cuando me toque
irme.
-¿Y si no te tuvieses que ir nunca?
¿Si yo fuese el tipo que te conoció aquella noche, simple y
llanamente un tío con el que te acostaste en un coche. Un tipo si
más fondo que lo que hay debajo de la ropa y sin otra intención que
follarte?
-Si así fuese, -dijo ella
reflexionando despacio- yo seguiría tratando de sobrevivir en otras
camas, y tú, estarías en este coche con otra chica igual de efímera
que yo.
4 comentarios:
muy bueno!!!
me ha encantado. Ahora mismo no se me ocurre que mas decir...
gracias por compartirlo
may
Genial. Me dan ganas de memorizarlo y, en mi mundo, eso solamente sucede cuando algo me toca el corazón.
me quedo maravillada, inmóvil...
Un beso
Publicar un comentario