dos niños que jugaban a utopías y revoluciones.
Que tenían el mundo a sus pies y nunca
pensaron que el mañana no existiese.
Crecimos y el tiempo,
arrastró la arena de la playa y las hojas
de esos otoños que siempre eran nuestro.
El invierno parecía ser
algo más duro de lo que recordábamos.
Y los proletarios,
sólo una cola que se dirigía al paro.
Y sin embargo,
en aquellas noches de nostalgia y fantasmas,
me seguías recordando que la vida, contigo,
seguía siendo aquel bordillo desde el que soñábamos.
Que las utopía, tras tantos años,
aun siguen haciéndome sonreír a pesar de los soles fríos.
Y me sigues recordando lo que era sonreír.
Será por eso que a aquel niño con chupete
le tiemblan las manos al escribirte, Libertad,
los versos que siempre te pertenecieron.