Gatos

Aprendí a conocerte en círculos porque todos tus rincones tenían el nombre de otro.
Siempre se me dio mejor dar rodeos,
y evitar las telarañas que adornaban tus esquinas.

Andaba de puntillas por tu vida.
Siempre había ropa y recuerdos tirados por el suelo,
y se podían contar las madrugadas de insomnio en tu piel.

Nunca me atreví a recorrer el pasillo de tus sueños,
en el que las sonrisas siempre se enganchaban en algún clavo suelto.
Ni siquiera probé los muelles del sofá que se oxidaban por noches de sexo y mañanas de lágrimas.

De haberte besado, creo que habría perdido muchas vidas.

Tres versos: Heridas

#147
Dicen que un clavo saca a otro clavo,
pero de lo que nadie habla es de las astillas que saltan cuando el martillo golpea la madera.
Esas astillas son las que nos impiden disfrutar de un amor limpio,
las que nos hacen engancharnos una y otra vez,
hasta que todas las historias acaban en rotos y remiendos.




#142
Pienso aprender tus puntos débiles para curarlos cuando llores,
y hablar de los amantes que no supieron quererte.




#139
Soy joven y ya guardo alguna cicatriz y algún recuerdo.
Como el de aquella mujer que insinuaba que el amor se apagaba lentamente.
Quizá debí amarla más deprisa.


Trincheras


A veces siento la necesidad de replegarme en mis derrotas,
dejo la maleta olvidada en portales en ruinas
y regreso a casa con cuatro letras en el bolsillo.

Sumo mis fantasmas a dudas y fracasos,
te amo y te doy todo sin aprenderte,
como si fueses un instante que se pierde cuando la noche nos asalta en una esquina.

Me limito a sobrevivir entre individuos que pretende encontrarse
como una flor en el mar de la Gran Vía.
Escribo mi epitafio en el remite de cartas no enviadas,
borro esa sonrisa de las fotos de la infancia,
y evito al cabrón que me señala al otro lado del espejo.

A veces creo imposible la utopía, recuerdo a Guevara y lo maldigo con fuerza,
tacho la palabra “quizá” del diccionario,
y me siento a esperar el fin del mundo, sin esperar nada.

Y entonces llegas tú. Sólo me abrazas en silencio, y me rescatas,
rompes mis murallas de latón, recordando,
que todas las trincheras son victoria y esperanza.

La Roja ficha al sexto, diario As

Juan Carlos ya no jugará el mundial,
dice que está lesionado.
Pero tranquilos los españoles,
que hay recambio.

Por suerte no tendremos que pagar operación alguna,
no ficha por otra selección; tampoco por el paro.
Su lesión no es de cadera por la caza de elefantes,
era una lesión que arrastraba, desde que debutó en primera.

Es cierto que a muchos no convencía su convocatoria,
el brazalete de capitán le vino dado.
Acordaos de aquel mister que conquistó el puesto,
con un ataque alemán, NAZIonalizado.

Su recambio, Felipe, no convence para llevar la roja.
A pesar de que milita en el atleti, no me jodas,
que lleva cuarenta y cinco años de suplencia.
Y de un día para otro, sin referendum alguno,
Del Bosque le convoca.

Yo no lo entiendo,
será que soy daltónico y yo a la roja,
ni cara al sol, ni a la sombra,
La veo finalista.

Si os parece, PODEMOS cambiarnos al baloncesto,
que sin pasar por el aro, y VOTANDO con cabeza,
algún día la realeza,
jugará en España, de visitante.




*Recitado en Los Diablos Azules de Madrid.

Tres versos: Instantes y Eternidades


#129
Un minuto para conocerte.
Dos para amarte.
Todos para olvidarte.



#148
Junto a ella creyó que el pasado era una pesadilla,
que sólo importaba el presente entre dos cuerpos desnudos.
Que el amor no tenía porqué definirse en largas enciclopedias,
que bastaba un segundo para que dos cuerpos fuesen eternos.


#96
Me pediste que te retratara como si nunca te hubiese querido,
con esa mirada inocente que dan tus veinti-pocos,
con el temblor de mis cuarenta y tantos preguntándome
si podría ser feliz por un instante.