Cita con la muerte


-No puedes ganar al Diablo en una pelea al borde le precipicio -dijo la muerte ajustándose la corbata y palpándose la herida que sangraba su pómulo.

-Nunca se trató de ganar -respondió escuetamente con una sonrisa cansada- pero las buenas costumbres no hay que perderlas.

Madrid, a 20 de marzo de 2012


Pequeña Libertad,

Te escribo estas líneas para contarte que no podré ir a verte en vacaciones. Esta lucha se está haciendo cada vez más dura, y las luchas en la calle me recuerdan lo que tenemos que perder si no ganamos.
Ayer me despidieron del trabajo. Supongo que era previsible después de dos contratos de formación y el poder que acaparan los mercados para matarnos poco a poco. Vienen tiempos duros Libertad, y a veces te echo de menos a mi lado, lejos de esos viajes que me roban tus minutos.

Esta noche hemos quedado todos con el viejo Capitán, que ha decidido anclar en tortuga y hacernos una visita tierra adentro. Le mandaré recuerdos de tu parte, aunque espero que este verano podamos compartir un día de navegación juntos.

Tu madre me pide que tengas cuidado. Ha oído en la radio que las tormentas se acercan. Yo sólo pido que vuelvas al final de cada viaje para demostrarme que aún debo seguir escribiéndote.


Cuídate mucho,

Guille.

Paraísos


Mi paraíso no es distinto a otros muchos
construido entre caricias que Eva me da por las mañanas
y besos que crecen en árboles nocturnos que dan frutas
que nunca estuvieron prohibidas.

Sin embargo, hay otros muchos paraísos,
que se visten y disfrazan a imagen y semejanza
de dioses que nunca pidieron permiso.

En el piso de abajo se construye un paraíso de rutina
y fines de semana. Y canciones de jazz con desayuno.
E incluso a veces oigo decir entre susurros
que su paraíso es perfecto a pesar de todo.

Dos pisos más abajo se encuentra un solitario
que disfraza su paraíso con una vieja radio,
y ordena el correo de todo el edificio
para que nadie confunda paraísos.

Un viejo en el primero se alimenta,
del rumor de tardes de domingo y de costumbres
que amurallaron los contornos de su edén.
Para que Caín no llame por error en vacaciones.

Y en el portal de todos los edenes,
convergemos como querubines al poniente de los días,
espada ardiente en mano y bocadillo en la mochila.

Los días habrán cambiado desde que Dios deshaució por impago
a dos inquilinos -para inri- embarazados.
Pero la vida sigue echándome cada día de mi paraíso,
y yo vuelvo a tus labios cada noche.

Fin del niño que fui



Entré al armario buscando al monstruo que me había atormentado las noches de mi infancia, pero allí sólo había ropa.

Momentos que resumen una relación


El primer momento que recuerdo entre nosotros
fue cuando aprendí tu nombre y tus miradas.
Cuando me lancé al vacío y te pedí tu número,
y tu me dijiste que si de verdad quería verte,
Madrid no era tan grande.

Pasaron varios meses de citas y llamadas,
buscando excusas para verte, cualquier cosa
para evitar decirte adiós al despedirnos.
Tu seguías siendo para mi aquella chica misteriosa,
que me pedía un beso y nunca me lo daba.

El segundo momento que recuerdo
me hablaste de aquel tatuaje y de ese chico,
que una vez amaste más que a nada.
Me contaste que tus pecas brillaban cuando sonreías,
y yo te besé por primera vez por sorpresa.

Aquellos meses fueron de sexo y caricias,
y aprendí a leer en tus labios poesía.
A sonreír en silencio cuando me mirabas seria y me decías:
No creas que esto va en serio,
pero no te vayas todavía.

El tercer momento en que resumo nuestros días,
se tiño del azul de tu maleta, y me dejó
aquel recuerdo que acabó en la basura y esa ausencia,
de no saber si fue el destino o la rutina,
o tu eterna manía de huir cuando empezaban a quererte.