Poema a Mario Benedetti

Una vida entre palabras.
Instrumento que nos hace diferentes.
Nos acerca a este mundo yermo y frío.
La impresión escrita de un sueño.

La filosofía personal e indescifrable,
a los ojos de quien no ha amado.
El perfecto verso de respuestas.
Las preguntas que no hemos pronunciado.

Apagón de faros desgastados,
por años e hipocresías.
Compromiso con la vida.
La lucha por vivir día a día.

El olvido que no permitiremos.
Abrazo de versos a la luz del vino.
En agradecimiento por quien caminó,
y andando, hizo el camino.

El tiempo que fue y será.
El incombustible paso a la memoria.
Mientras nuestro recuerdo te brinda
la mejor de las despedidas.

Un fragmento de este poema fue publicado en el diario público como sencillo homenaje a Mario Benedetti

Retroceso democrático

Sólo encuentro una explicación para que en un país donde las dos principales fuerzas políticas, siempre enfrentadas, juegan a zancadillearse los avances sociales, sean capaces de ponerse de acuerdo para retroceder en los principios básicos de justicia.
La explicación es el dinero y el interés político.

Pero lo peor de todo no es que vayamos a perder una referencia para el mundo entero en cuanto a justicia y solidaridad se refiere, sino que lo hagamos por la rastrera idea de ser invitados a la cumbre del G-8, cenar con Obama en la casa blanca o poder ir de turismo a una Palestina invadida por quienes nos compran nuestros productos. Restringimos la justicia para poder sentirnos más cómodos ante la infamia universal. Quizá menos responsables. En cualquier caso, se acaban de cargar la base de nuestro estado, cuando el congreso que nos representa pretende someter a un poder libre de su manipulación, como es la justicia. Ahora creo que la justicia, además de ciega, es esclava.

Nuestro ejército de Paz

Desde hace tiempo (la razón llega siempre tarde) leo mucho al periodista Javier Marías. En su artículo del domingo pasado hablaba sobre nuestro ejército, que para tranquilizar a “pacifista y tiquismiquis”, se ha convertido en un baluarte de la ayuda humanitaria. Se lamentaba que el ministerio no contemplase el uso de la fuerza salvo situaciones de seguridad propia o de quienes no pudiesen defenderse (pesqueros contra piratas).

He de reconocer que me siento orgulloso de un ejército que, pasado el mal trago de la invasión de Irak, se dedica exclusivamente a labores humanitarias que sin la posibilidad de usar la fuerza no podrían llevarse acabo. Nuestro ejército está preparado para entrar en un fuego cruzado de balas, pero no por ello debe entrar. No debemos olvidar que cuando un ente armado entra en un país (para ayudar o pacificar), está fuera de su territorio, y por lo tanto tiene que tener cuidado con sus acciones. Sin embargo, y como es el caso de Somalia, debemos proteger los intereses de España y de Europa, y proteger a nuestros barcos. No confundamos proteger con imponer nuestra ley, que ahí radica el conflicto de cualquier estado democrático.

La cultura no es sólo cine

Llevamos mucho tiempo leyendo que el cine español atraviesa una crisis de la que, por lo visto, nunca ha sabido salir. En un país donde el fracaso escolar llega a límites preocupantes, las leyes de educación cambian más de rumbo que los ministerios, y los estudiantes se revuelven contra el plan de educación que, pese a quien pese, nos abrirá las puertas a Europa, no es de extrañar que el cine, y cualquier actividad cultural, esté en decadencia.

Sin embargo, la ministra de cultura, hasta hace poco relacionada al mundo del cine, viene con aires renovados para hacer de nuestra cultura audiovisual la más puntera de Europa. La pregunta, como siempre, no es difícil. El cine, si, pero ¿Qué pasa con los libros? ¿Los museos? ¿El arte? Olvidados, es la palabra más común. Relegados a la imposibilidad de que jóvenes escritores o pintores salgan a la luz, pues total, en un mercado de cultura al por mayor, no interesa la gente culta, sino la masa adquisitiva, dócil y consumidora. A lo mejor la ministra tiene un rato y se acuerda del resto de artes.

Un buen tipo

Como ya ocurriese hace unos meses con Obama en todo el mundo, ilusión y esperanza de progreso, Patxi López ha venido a ser, en versión casera, una revolución en la política. Me gustaría saber la opinión real (y no la que cuenta la presa) de los ciudadanos vascos acerca del nombramiento de quien, a fin de cuentas, les va a gobernar.

Pero yo no quiero, ni puedo, hacer hincapié en su política. Simplemente quiero saber por qué no hay políticos como ese hombre que, siendo humilde y honrado como pocos, ha llegado a desbancar a todo un gurú del panorama nacional vasco. La única explicación es que es una buena persona, acorde a sus ideales y creencias, que no jura el cargo ante la Biblia (como tantos otros ateos/ agnósticos) porque no cree en ello. Sino ante el pueblo, a quien le debe fidelidad y por quien, durante cuatro años, se partirá el espinazo como un trabajador más. Socialista a la antigua usanza. De los de ideales, vino y tapa en la taberna, y arrimar el hombro cuando haga falta. Enhorabuena.

Ya no quedan

Ya no quedan -me dices-
lugares románticos en los que olvidarse del mundo.
Ni silencios cómodos, ni miradas lentas.
No queda, si quiera, oscuridad.

Me cuentas que hace tiempo que no ves,
Un paseo tranquilo por la acera.
Un niño jugando sin padres cerca.
O el beso más eterno entre adolescentes.

Puede -argumentas con paciencia-
Que ya no tengamos el mismo tiempo que antes.
Y que entre todos levantemos la maldición
de no tomarnos nada con calma.

Echas de menos los desayunos que hoy nos faltan.
El periódico imposible de leer, los poemas y el vino.
Pues ya no se puede tomar, mascullas,
Ni un café sin el maldito virus de la prisa.

Pides un lugar donde buscar mis labios
aunque yo no te bese. O busque estar solo.
Un lugar donde perderse lejos de la gente
y cerca de uno mismo.

Porque, maldita sea,
no tenemos tiempo ni para nosotros mismos.
Y al final lamentas
sólo poder desnudarme en sueños.

De vino y tormenta

Serán tus labios, que esta noche me seducen más que nunca.
O esta copa de vino que baila entre mis dedos.
El vestido nuevo, no sé, o tus andares.

Puede que sea esta tormenta que nos retiene en casa.
O la poca importancia que tiene estar solos.
Quizá sea, el suave vaivén de tus curvas.

Será que te hablo en silencio mientras te miro a oscuras.
Una irresistible necesidad de hacerte mía.
Amarte, con la lluvia resbalando en los cristales.

Puede que te desee como siempre,
y que entre la tormenta y el vino
sienta demasiada ropa encima y a ti muy lejos.

Lo que mandamos a Europa

Nadie sabe realmente si el PP quiere ganar las elecciones europeas o hacer méritos para acabar sin apoyos dentro y fuera de España. El cabeza de lista a las elecciones, el señor Mayor Oreja, anda dando traspiés a ver si, por casualidad, acaba dando con la clave del éxito. Y así ha encaminado su campaña hacia la grandeza, con la intención de arremeter contra las últimas medidas, pasadas o no, que ha hecho su contrario y rival. Una forma de política tan rastrera como improductiva a la hora de ganar votos. Porque, ¿Cuáles son sus intenciones cuando lleguen ustedes a Europa?

Pero lo más sangrante, producto quizá de su miopía para leer entre líneas, es el rechazo a la alianza de civilizaciones. Esta, como todo el mundo ha oído, va destinada a tender puentes entre occidente y el mundo árabe. Pero que, si apelamos al concepto, esta alianza se basa en la unidad de naciones para el progreso de la humanidad. En resumen, y para que el señor Mayor Oreja lo entienda, Europa es a su modo, una alianza de civilizaciones próspera. Ahora, háblenos de su programa político.