En la radio sonaba…

En la radio sonaba aquella canción de sueños rotos.
Estabas de espaladas y yo contemplaba
la cremallera de tu vestido.

Tus descuidadas formas calculadas.
La distancia que se antoja infinita
imaginando el roce más inocente de tus pechos.

Me preguntaba si el mundo podría detenerse
en ese instante,
o hacer eterno el beso más furtivo.

La realidad fundida con el sueño de verte a mi lado,
Frágil y fuerte entre mis brazos.
Arcángel custodio y santuario de mis noches

En la radio sonaba aquella canción
de siglos de gloria y presentes grises.
Estábamos frente a frente, mudos,
y la cremallera de tu vestido adornaba
los pies de la cama.

Carta a Oscar Perez, Montañero atrapado en el Himalaya

No sabría como hablarte, ni que decirte. No eres el primero ni serás el último. A buen seguro que tu nombre será silbado en la cima del Himalaya, cuando esta se halle acunada por el viento.

Me despido de ti con la palabra -la única forma de animar sin hacer ruido-, sin levantar la voz más allá de los angustiosos silencios del dolor.

Sé que tú conocías los riesgos, pero no puedes evitar que a tus seres queridos les duela tu pérdida, y ellos no pueden evitar que tu muerte fuese -a la vez- tu vida. Estás donde deberían morir los sueños de todos los montañeros, donde las nieves guardarán tus últimos deseos.

Supiste, desde el instante en que tus manos tocaron una cuerda, que la naturaleza -infinitamente más sabia que el hombre- unas veces aprieta y otras ahoga. Lucháste contra la montaña, aunque en realidad luchabas contra el mar embravecido, contra un tsunami, contra el desierto del Gobi o las estepas de Sibera. O la infinita crueldad que exíste en esta tierra. Luchabas por tí, por nosotros y por un sueño.

No puedes juzgar tus compañeros por intentar salvarte, aferrados al código del montañero, y el corazón en un puño. Las leyes no escritas de la palabra solidaridad.
Era su deber, y lo llevaron hasta sus últimas consecuencias, pero no pudieron salvarte de la naturaleza, de sus fauces silenciosas pero implacables, de la oscuridad.

Descansa en la montaña conquistada, mecido al abrigo de sus secretos inconesables.