Madrid, a 30 de Julio de 2013



Pequeña Libertad,


A penas queda una semana para verte y siento que debo seguir escribiéndote. Creo que ahora no me importa ni el paro ni mi futuro. Hace calor, y por las noches sólo puedo recordarte y pensar que volveré a sentir tus pies jugando con los míos en la arena. Llevo siete entrevistas de trabajo fallidas, pero la playa junto a ti será un oasis donde sonreír de nuevo.


Mi hermana ha dicho que viajará a Buenos Aires en octubre, y antes de que me olvide de decírtelo, te lo dejo en estas líneas para que lo sepas. En cuanto al resto de la banda, Felipe se ha echado novia. Sigue agobiado con la idea de trabajar, pero al menos ahora respira entre reunión y reunión. No sé, parecemos tan distintos a cuando jugábamos a indios y vaqueros que a veces creo que perdimos la inocencia demasiado pronto.


Dile a Soledad que te cuide mucho y que por favor, se asegure de que tomas el avión para encontrarte conmigo. Y de paso, que consiga que me invites a visitarte allí.




Cuídate mucho,


Guille.

Odio

Odio la manera en que desmontas mis enfados,
con la palabra precisa y tu sonrisa,
a la que odio en todos los momentos que al mirarme,
creo que la felicidad es alcanzable.

Odio tus abrazos, tus labios,
tus manos frías protegiendo mi costado del calor.
Los años a tu lado y los colchones,
en que descubrí tu olor y tus caminos.

Odio que tus lágrimas me revienten,
tu forma de subir por la escalera,
mirarte desde el balcón cuando vuelves a casa,
o que no haya manera de borrarte de mi biografía.

Es extraño odiarte tanto sabiendo,
que en cada uno de mis poros están tus besos.
Odiarte sabiendo a ciencia cierta que eres uno de mis pulmones,
y que odio que seas tú quien me salve del abismo.

Pero sobre todo odio que vayas a leer este poema,
que siempre seas la protagonista de mis libros,
que no tenga secretos que guardarme,
y que todo este odio sea mentira.