Castilla, en tu día

Desde la distancia, escribo para recordar tus nombres. Los de aquellos que te quisieron tanto a pesar de lo poco que tu dabas, pues siempre fuiste una madre recta y querida, de esas de las que se aprenden las cosas a base de observar y callar. De las que enseñan a amar en silencio y a lucar, cuando todo esta perdido.

Amante de todos los hombres y mujeres que te amaron, de los que guardan de ti recuerdos imborrables. Quizá, no estaría mal recordar, en tu día, aquellos nombres que te dieron vida, o que dieron su vida por ti. Que no dejaron que te ahogases en falsas grandezas y delirios de imperio. Aquellos que vieron violarse tus pendones y rasgarse tus telas. Que vieron enloquecer reinas por amor a una tierra, y que aun así permenecieron leales a tu lado, resignados a un futuro en el que nada les darías, madre.

Este homenaje llega tarde, asíque no se extenderá más allá de unas breves líneas. Espero que puedan perdonarme los que nada esperan de recuerdos, brindis y homenajes, pero hay días en los que el alma necesita escribir sin que intervenga nada más que los dedos, y el vagar de la mente.

Hoy, día de los Comuneros, de la Comunidades de Castilla, de Castilla, y de sus gentes, me dispongo a pedir un brindis o un silencio en honor de las gentes que dejaron legado y testigo de su tierra, tu tierra, mi tierra; seca como el ánimo de sus gentes, pero ancha y extensa como sus corazones.

A Castilla,


23 de Abril de 2011

Ceguera

A veces creo que vivimos

en una especie de ceguera taciturna

Ya encuentro tu aroma fácilmente

y los versos se convierten en escarcha.


Y me pregunto apesumbrado,

si este frío que invade nuestros ojos,

secará igual el presente que el futuro,

o si somos espejismo de pasados inciertos.


Una ceguera que oculta realidades que nos son ajenas,

Sentimientos macilentos que olvidamos,

cuando jugamos a ganar al desengaño.


Y ahora busco y no encuentro,

quizá los años pasen más rápido de lo que pensaba,

o simplemente me halle más lejos y no te vea,

en la ceguera solitaria de los días.


Tu cuerpo se halla envuelto en una niebla

de tonos demasiado cansados.

Y yo, torpe, no te encuentro.

Y olvido hasta cuando tus ojos eran mis sueños.

Fugacidades

Fuiste una mirada lejana, de soslayo.

Una palabra, una sonrisa.

Un intercambio de teléfonos,

Quizá mañana..., espero verte de nuevo.


Luego llegó el esperar una llamada

como el expresso que llega a media noche.

Mis manos temblaban al recordar

el suave roce de las palabras que nunca dijimos.


Pero así es la vida, me dijiste,

nunca sabes si esta plaza fue,

el refugio que ambos andábamos buscando,

en esta tarde de enero.