Indefenso

Desayuno entre versos de Rodolfo.
Mientras me cuenta lo cerca que estamos
del abismo de los sueños.

Lo lejos que queda la paz en los telediarios,
fríos como las noches buscando tu mirada
en sombras proyectadas en el techo.

Este hastío que nos embarga la alegría
de aquellos días en que reír era una derecho.
Y tus sonrisas, el principio y fin de mi universo.

Hoy parece, por lo que cuentan,
que la vida cotiza a la baja en la bolsa.
Proliferan las mentiras y las falsas soluciones.

Llegar a casa es mirar un cementerio de sueños
y arrastrar los pies por el calvario
en que se convirtió nuestro futuro.

Parece que las horas son,
otro bien más hipotecado de por vida.
Y besarte en el sofá y desnudarte a escondidas,
una peripecia que se me antoja lejana.

Termino el desayuno y sólo lamento
que nada vaya a cambiar en muchos días.
Vengan tiempos oscuros sin quimeras
que alumbren los pasos ciegos en la arena.

Sin embargo, tú me miras detrás del periódico y pienso
que ya va siendo hora de cerrar el libro e intentar
salvarnos de este mundo que se quema.

Las tapas de tu cuaderno




La caprichosa y pálida dama ha decidido que el mundo no se merece a alguien como José Saramago. Simplemente, nunca estuvimos preparados, o teníamos miedo, y por eso tus palabras siempre fueron un paso por delante de nuestras inteniones, y a años luz de nuestros actos.

Hombre comprometido como pocos, con agallas suficientes para denunciar las injusticias que veías a tu alrededor o de pronunciarte sobre los conflictos políticos de este tiempo. El tuyo, el mío.

Tenías razón cuando afirmabas "Estamos todos hundidos en la mierda del mundo y no se puede ser optimista. El que es optimista, o es estúpido, o insensible, o millonario". Como siempre, quizá las crisis sean como la religión, la forma de aplastar las conciencias y las voces de los que sueñan ese mundo que soñaste, que ilusionaste.

Vuelves al campo que te vio nacer, a descansar de aquellos que nunca hicieron nada por cambiar las cosas. Y hoy, nosotros cerraremos para siempre las tapas de tu cuaderno.



José de Sousa Saramago nació en Azinhaga (Portugal) el 16 de noviembre de 1922 en el seno de una familia campesina

Sensaciones desencontradas

Sales a la calle por la mañana,
buscando qué se yo, una sonrisa que te salve
de las noches aciagas e imprudentes.
Del ron más amargo de la memoria.

Leyendo un viejo poema escrito
en los ojos de aquella chica menuda que te observa
desde aquel cristal indiferente del autobús

Sonríes a medias mientra sueñas
como sabrán los besos de sus labios.
Si lloró alguna vez de alegría,

si alguien le espera en la parada y le susurra
que el mundo está a salvo en sus caricias.
O si te mira simplemente distraída y sin mirarte

Suspiras y te resignas a esperar tiempos mejores.
Espada en mano y cuchillo entre los dientes,
con una certeza sutil de luchar a hostias con la vida
y sin dejar de mirar a los ojos a la muerte.

Quizá aquella mirada valió la pena,
después de todo.