Desde hace tiempo (la razón llega siempre tarde) leo mucho al periodista Javier Marías. En su artículo del domingo pasado hablaba sobre nuestro ejército, que para tranquilizar a “pacifista y tiquismiquis”, se ha convertido en un baluarte de la ayuda humanitaria. Se lamentaba que el ministerio no contemplase el uso de la fuerza salvo situaciones de seguridad propia o de quienes no pudiesen defenderse (pesqueros contra piratas).
He de reconocer que me siento orgulloso de un ejército que, pasado el mal trago de la invasión de Irak, se dedica exclusivamente a labores humanitarias que sin la posibilidad de usar la fuerza no podrían llevarse acabo. Nuestro ejército está preparado para entrar en un fuego cruzado de balas, pero no por ello debe entrar. No debemos olvidar que cuando un ente armado entra en un país (para ayudar o pacificar), está fuera de su territorio, y por lo tanto tiene que tener cuidado con sus acciones. Sin embargo, y como es el caso de Somalia, debemos proteger los intereses de España y de Europa, y proteger a nuestros barcos. No confundamos proteger con imponer nuestra ley, que ahí radica el conflicto de cualquier estado democrático.
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