Expertos de la mentira

Dicen los expertos en economía que la crisis

nos hará fuertes como sociedad, siempre y cuando

el hambre y el paro aprieten pero no ahoguen,

y vendamos nuestros ideales al peor de los postores.


Dicen los expertos en política que en estos tiempos

debemos mantener nuestras ideas y nuestro voto.

No por ese orden, y preferiblemente, dejemos nuestras ideas

aparcadas hasta que cambie el viento que sopla demasiado contrario a sus intereses.


Dicen los expertos sindicalistas que ahora es tiempo

de huelgas generales y revoluciones.

Antes, bueno, había dinero para pagar nuestro silencio

y ahora, como nadie trabaja,

la huelga general no se notará en sus bolsillos.


Dicen los expertos en seguridad, que los inmigrantes

son peligro potencial para el desarrollo de la patria.

Pregúntense si, en aquellos tiempos de gallegos y analfabetos hablando alemán,

era la emigración un peligro o una necesidad.


Dicen los telediarios que ha subido la delincuencia y los malos tratos,

sin cotarnos que, después de tres programas del corazón y con otros cuatro en el horizonte,

hay que meter algo que se asemeje a la realidad.

Pero no hablemos de hambre, de pobreza y de guerras preventivas,

que acecha la época de elecciones y quedará muy mal en los presupuestos para manpulaciones.


Y ahora, que digan los expertos, cuando todo lo que sus mentes dieron de si falló,

como vamos a salir de un sistema económico que agoniza, de la estupidez humana

y la masacre electoralista, de la desinformación útil

y de las constantes ganas de quemar la oficina cuando,

después de doce horas de trabajo diario, con un sueldo que paga las facturas y una comida diaria,

te dicen "No vuelva usted mañana".

De huelgas y soluciones

No voy a hacer huelga. No me gusta el hecho de parar un día, manifestarme sobre como va la situación, quejarme de que todo va mal y que nadie, repito NADIE, tiene la solución.
Los sindicatos parecen haber salido del letargo en el que se encontraban, demasiado dinero había en sus bolsillos como para levantarse del sofá, mientras el mundo languidecía entre número rojos y modelos económicos que ya no sirven, si es que alguna vez sirvieron.
Los sindicatos quieren ahora hablarnos de responsabilidad con el país, de nuestro derecho y obligación a manifestarnos cuando las cosas son insostenibles, sin reparar ni un solo momento en que para muchos resultaban insostenibles tiempo atrás, cuando los sindicatos firmaban acuerdos de una reforma laboral que nunca fue reforma.
Ahora nos piden unos que paralicemos el país, y otros, los políticos ajenos a la realidad, que tiremos para adelante y que trabajemos, sin especificar concretamente en que y con que condiciones. Y en medio, una gran masa indignada que no hace nada.
Hay quien puede pensar que no manifestarse es precisamente eso, no hacer nada. Pero yo me debo a lo que pienso y creo coherente. El sistema económico, laboral, político y social está en decadencia, y los sindicatos se han convertido en marionetas de los tiempos de bonanza, perezosos de emprender cualquier acción que perjudique al gobierno.
Pero los tiempos que soplan no son para rendirse, sino para luchar, quizá de otra manera a la planteada para esta próxima huelga general. Quizá, y probablemente, en otra dirección aún no revelada.

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Os dejo el enlace a un gran artículo publicado en El País, el día 26/09/2010 , escrito por Alain Touraine, sociólogo francés, titulado "La crisis dentro de la crisis", aclaratorio sobre la situación que vivimos hoy día.

Una generación en la mochila

Te vas, y contigo desaparecen los ideales que un día se pudieron soñar. Llevaste por bandera la verdad más hiriente, la lucha en cada canción, poema, discurso o sonrisa. Que de ninguna faltaron en tu vida.


Que eras especial y uno de los pocos que quedaban luchando en la trinchera lo sabíamos unos pocos, aquellos que te veíamos como los que eras, un político comprometido, un hombre del pueblo y uno más de los muchos que anónimos -aunque tu nombre siempre será recordado- que vivieron con la lucha diaria de la ignorancia y el pacto de silencio que parece reinar en esta triste y envidiosa España.

Habrá quien tache tu lucha de anacrónica, quien piense que contigo mueren los motivos, los ideales, y sobre todo se disuelve el ejército de los que luchan por un mundo mejor. Otro mundo es posible.

Lamento no haberte conocido, haber compartido en tus libros todo el conocimiento que tenías para dar, y que sin duda dejaste como legado para una lucha siempre necesaria, y que algún día dará sus frutos.

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Os dejo el enlace a la entrada publicada por Rodolfo Serrano, en un maravilloso artículo escrito para El País el 16/10/1999, titulado "El señor diputado actúa en Madrid" donde se reflaja la personalidad de "El Abuelo".

Cuando muera el mundo buscaré tus ojos

Es difícil mantenerse en pie mientras el mundo se desmorona despacio, sin prisa, doliendo cada vez más y sin poder remediarlo. Miro a mi alrededor y me pregunto cuando dejaremos de fingir que las cosas marchan bien, que Ítaca no es una utopía y que todos los caminos, irremediablemente, terminan por alejarnos de Roma.

Me siento vació y me pregunto, en silencio, si quedan otras formas de salvarme que no sean estas letras que desgarradas me reconfortan. Y tus labios, siempre calman mis heridas más profundas, siempre encuentro un motivo nuevo para poder agarrarme a los últimos restos del naufragio.

El mundo sigue su curso, y seguirá en el mismo lugar siempre, y sus habitantes se volverán más oscuros a medida que nos vayamos hundiendo. Y se construirán otras ruinas sobre las ruinas de las anteriores, y las tristezas dolerán como siempre dolieron, en los mismos lugares.

Y sangrarán las mismas heridas. Y nos preguntaremos si valió la pena curarlas, lucharlas como lo hicimos, con la certeza de salvarnos a medias, mientras el mundo se movía a otras velocidades y nosotros, cercanos a perderlo todo, nos mantenemos contra todo pronóstico.

Será por eso que, cuando muera el mundo buscaré tus ojos, y me recordaré los días en que fuimos felices y sonreiré mientras te beso, con paciencia.

Sin rogar a oscuras que no pasen las horas

Si por una noche pudiésemos volar
sin normas.
Sin aeropuertos desde los que partir
o en los que aterrizar.

Sin órdenes malentendidas o contradictorias,
ni cinturones que nos aten
cuando entre nuestro cuerpos
se aproximan turbulencias.

Sin billetes presellados ni arcos detectores
de fallos.
Sin prever el equipaje ni volar
más allá de destinos pequeños y soñados.

Sin necesidad de decir adiós antes de hora.
Sin aterrizajes forzosos que hagan
de los restos de este fuselaje
que nos envuelve en tu cama.

Algo tan nimio y tan enredado
que tengamos que buscar la caja negra
entre las ruinas de las sonrisas del pasado.

Si sólo una noche volases a mi lado...