Que la iglesia es peligrosa es de sobra conocido. Con una larga lista de etcéteras se sitúa a la cabeza de las mayores barbaries en nombre de Dios. Que le gusta el poder tampoco nos coge de sorpresa, y se empeñan en demostrarlo jugando al juicio final en la tierra con cada sermón del Señor Ratzinger. Ni siquiera a un neófito en política se le puede escapar que la iglesia siempre ha cojeado de derechas cuando se mete a bucear –muy profundo- en las aguas de la política.
Debe ser que un ente institucional tan retrógrado como este sirve a unos intereses que los ciudadanos normales –es decir, racionales- no entienden. Y en medio de todo este revuelto de lazos blancos con ajillo, la derecha y la iglesia –a menudo juntas y revueltas- han decidido liarse la manta a la cabeza y asaltar, si en estos tiempos es posible, la bastilla de la moralidad humana. Poseedores de la verdad absoluta, y sin rival posible a los ojos de Dios, se empeñan en demostrar que la tierra es plana, el ser humano ignorante por naturaleza y los preservativos se fabrican 90% látez, 10%VIH. Digno del mejor Edgar Allan Poe.
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